Otro año más hemos disfrutado del día del corredor en Madrid, es un auténtico lujo poder correr por las calles de la capital, oír y sentir el aliento de los madrileños, en esta ocasión no pude completar el recorrido entero, aún así no podía faltar, dar ánimo a mis amigos de Correr en Getafe y uno de ellos que representa el sentir de todos a escrito una gran crónica
Gracias José por compartir tu experiencia y también al resto del grupo por representar a Correr en Getafe
Gracias Conchi, Gracias Juan Carlos, Gracias Javi, Gracias Juanito, Gracias Willy, Gracias Jordi, Gracias José, Gracias Palo y Gracias a todos los que estuvieron pendientes de los MARATONIANOS!!!!!!!!!
«CRÓNICA DE JOSE»
Mapoma, la perfecta conexión entre el disfrute y el sufrimiento
Ya habían pasado 4 años desde que dije en Sevilla que ese sería mi primer y único maratón. Un buen día de finales de noviembre me volvió el hormigueo al cuerpo y pensé que todo runner que se precie debe correr el Mapoma al menos una vez en la vida. Como estas cosas no hay que pensarlas me inscribí, ya no había vuelta atrás.
En enero empezaron los entrenamientos junto con el grupo de Correr en Getafe. Durante 12 semanas fuimos enseñando al cuerpo de nuevo a entrenar en serio, tras dos años donde solo salía a correr por correr pero no a entrenar. Poco a poco los entrenamientos fueron más duros, las tiradas largas cada vez de más kilómetros y como era de esperar empezaron típicos problemas físicos frutos del duro entrenamiento.
No faltaron tampoco las dudas, muchas, quebraderos de cabeza, ganas de abandonar, mucho respecto al mapoma que se fue sobrellevando gracias a los ánimos que siempre nos damos entre los compis de Correr en Getafe, cuyo compañerismo resulta fundamental
Y por fin llegó el día. A las 7 de la mañana, y tras haber dormido solo unas 3 horas por los nervios, un tren de cercanías destino Recoletos iba repleto de runners inquietos. A todos ellos se les veía en la cara ilusión y a su vez respeto ante el monstruo que nos esperaba.
En el cajón de salida mucho silencio y concentración entre los corredores salpicado con música de fonda de las que te tan ganas de ponerte a correr a 3:30!!!.
Los primeros kilómetros son en subida por lo que mi táctica era salir estos primeros 5 kms a 5:45. Paso el km 5 a 5:41 y el terreno empieza a ser más favorable. Empiezo a coger velocidad crucero, paso el km 10 a 5:35 y ahí comienzo el plan previsto de alimentación basado en alternar pastillas de sales y geles, los primeras en los kms 10, 20 y 30 y los geles en el 15, 24 y dos geles más que ya decidiría cuando tomarlo en función de mi estado.
A la altura del km 10 saludo escucho por primera vez “Vamos Jose”, miro y ahí está Juanlu animando como haría durante toda la mañana. El km 15 lo paso a 5:31 de media, pienso que voy muy bien, que subo las cuestas son ningún problema pero esto es muy largo.
Del km 18 al 26 es mayoritariamente en bajada. Me cruzo de nuevo con Juanlu, le hago gestos de que voy muy bien. Los kms 20 al 25 los hago a 5:10. Con el paso de los días pienso que quizás ahí me equivoqué y debería haber ido más lento, guardando fuerzas.
Paso la media maratón en 1:56, empiezo a pensar que, aunque pierda mucho tiempo en la segunda media, puedo bajar de 4 horas.
Durante unos 5 kms me acompaña Mario, un auténtico máquina de mi Club Atletismo Villamayor, como se agradece física y mentalmente la compañía. Mario está corriendo solo algunos tramos para acompañar y va fresco como una lechuga.
Entramos en el km 27 en la Casa de Campo y algo empieza a cambiar. Dejamos atrás calles bulliciosas llenas de gente animando y nos adentramos en un lugar idílico para correr un domingo cualquiera pero donde hoy encontramos silencio y echo en falta los aplausos y ánimos de la gente.
Mario me deja y se va en busca de Senén, otro atleta del club que va unos 600 metros por delante. ya no puedo llevar la cabeza distraída comentando con nadie, mi cabeza vuelve a centrarse en el maratón y creo que en ese momento esa soledad me hace daño mentalmente.
En el km 33 próximo al Urogallo, punto de encuentro de tantos runners domingueros, necesito hacer parada técnica en un árbol (ya imagináis para qué). Un minuto donde me da tiempo suficiente para pensar en la situación y pienso “voy ya bastante cansado, quedan 9 kms y llega el momento de darlo todo”.
Tras un puente que quema mucho, salgo de la casa de campo para afrontar esa parte final del recorrido. Son kilómetros que se hacen aburridos y donde a veces ya ni escuchas los ánimos de la gente. El cuerpo empieza a tener serias dificultades para mantener el ritmo, aprieto los dientes y sigo.
Vuelven los problemas físicos, me duele mucho la rodilla y me molestan los abductores. Una patinadora me aplica sobre la marcha Reflex sobre estas zonas y no si hace efecto o es solo un efecto placebo.
Los 6 kms finales resultan muy duros. Cuando después de la paliza de 36 kilómetros te encuentras que te quedan 6 kms pero todos ellos en continua subida se te pasan muchas cosas por la cabeza, toca apretar dientes y continuar. Hago mis cálculos mentales y si no hay una debacle, voy a hacer sub 4 horas.
En el km 38 tras una curva a la derecha nos encontramos con los aproximadamente 400 metros de cuesta pronunciada de la calle Segovia. Solo piensas en pararte, pero pienso “si me tengo que parar, que sea arriba de la cuesta”, la subo y arriba ando un poquito para coger aire.
En esos momentos pensaba que mis dificultades para avanzar eran solo por la continúa subida, hoy, con la perspectiva que te da el paso de los días, pienso que también en esos momentos lo que me pasó es que había conocido al “tío del mazo”, el terrible muro que temen todos los runners. Me queda la duda de que efecto hubiera ocurrido en mi cuerpo si esos 6 kilómetros finales hubieran sido llanos. Quizás la respuesta la obtenga algún día en otro maratón, en otra ciudad, quien sabe.
Cuando quedan 2 kms vuelvo a pararme, voy bien de aire, pero es que las piernas no van, no avanzan, me duele todo, mentalmente ya no se piensa con claridad.
Continuo la marcha, al fondo ya se otea la Estación de Atocha, que cerca, que lejos todavía. Al llegar a Atocha me paro por cuarta y última vez y de repente aparece de nuevo Mario y se pone a mi lado tirando de mí como un gregario de lujo en ciclismo de su jefe de filas cuando este lleva una pájara importante.
Pasamos el km 41, Mario no deja de hablarme, de animarme y cuando quedan 500 metros se sale y ya termino yo solo a absoluto trote.
Cruzo la meta en 3:55:33, me ponen la medalla al cuello y me empiezan a aflorar muchas emociones. Continúo andando hasta el ropero y rompo a llorar, me acuerdo mucho de mi familia, de los que están y de los que no ya están.
Hoy, pasados 5 dias, pienso en cuánto disfruté el mapoma y también en cuánto sufrí, que perfecta conexión entre el disfrute y el sufrimiento.
TODO EMPIEZA TODO ACABA